El origen del agua en la Tierra sigue sorprendiendo a la ciencia. Durante décadas, se creyó que la lluvia de asteroides ricos en hielo era la fuente principal de este elemento vital. Pero, ¿y si el agua nunca llegó del espacio, sino que ya estaba aquí desde el principio? Un nuevo estudio liderado por la Universidad de Oxford y publicado en Icarus en 2025 plantea una idea revolucionaria: la Tierra se formó con suficiente hidrógeno para generar su propio océano. Esta teoría no solo desafía las suposiciones anteriores, sino que también reconfigura nuestra visión de la habitabilidad planetaria como un proceso natural y no aleatorio. Para quienes trabajamos con el agua desde un enfoque técnico y ambiental, comprender su verdadero origen no es solo una cuestión científica, sino también una reflexión profunda sobre su valor, su permanencia y el papel que desempeñamos en su conservación. En este artículo, exploramos los datos que han cambiado el relato.

Hidrógeno en meteoritos enstatíticos: la clave subestimada

Los ECs contienen más hidrógeno del que se pensaba. Durante mucho tiempo, los condritos enstatíticos (ECs), meteoritos formados en el sistema solar interior, fueron considerados demasiado secos como para haber contribuido significativamente al suministro hídrico de la Tierra. Sin embargo, nuevas investigaciones han revelado que estos meteoritos pueden contener hasta un 0,54 % en peso de H₂O, suficiente para explicar hasta 14 veces la masa total de los océanos actuales. Esta cantidad de hidrógeno, disuelto en estructuras vítreas ricas en silicio, representa una fuente nativa clave. El hallazgo contradice la visión tradicional de que el agua proviene exclusivamente de cuerpos externos, como cometas o asteroides carbonáceos, y sugiere que los ECs podrían haber aportado la base hídrica durante las primeras fases de la formación terrestre.

El hidrógeno está ligado al azufre en la matriz fina. La espectroscopía de estructura fina de absorción de rayos X (S-XANES) aplicada al meteorito LAR 12252 ha permitido identificar con claridad un pico característico de enlaces H–S a 2473,2 eV. Esta señal es especialmente intensa en la matriz fina del meteorito, una zona compuesta por partículas submicrométricas de sulfuro de hierro (pirrotita) encapsuladas en vidrio silicatado. Según el estudio, estas zonas presentan una concentración de H–S que es, en promedio, 9,8 veces superior a la del mesostasis de los condrulos. A pesar de que la matriz fina representa solo un 4,8 % del total en masa, aporta cinco veces más hidrógeno que las otras fases. Este dato revaloriza el papel de estas microestructuras como depósitos primarios de hidrógeno en los materiales que formaron nuestro planeta.

Claves del agua terrestre están en la matriz fina de materiales primordiales

Un origen nativo del agua: hipótesis redefinida

El hidrógeno analizado no proviene de contaminación terrestre. Uno de los retos del análisis de meteoritos es distinguir entre compuestos nativos y productos de alteración terrestre. En este caso, los investigadores eligieron zonas con bajo grado de oxidación (S6+) y sin señales visibles de óxidos ni sulfuros hidratados. El hecho de que las áreas oxidadas no presentaran picos de H–S significativos refuerza la conclusión de que este hidrógeno es inherente al meteorito. Además, las relaciones entre la intensidad de los picos de H–S y Fe–S sugieren una asociación directa con la pirrotita submicrométrica, una fase rara pero estable en ambientes reductores como el del disco protoplanetario.

La formación del H–S se relaciona con reacciones catalíticas tempranas. Según el estudio, el sulfuro de hierro (FeS) fue transformado en pirrotita en un entorno rico en S₂, a temperaturas moderadas. Luego, durante eventos térmicos intensos, esta pirrotita reaccionó con H₂ del medio interestelar, generando H₂S. Este gas quedó atrapado en el vidrio silicatado que rodea los granos metálicos, conservándose hasta hoy. Esta cadena de procesos indica que el agua no necesita de un origen estocástico (bombardeos), sino que puede generarse de forma inherente a la química de formación planetaria. Este modelo explica no solo la presencia de agua en la Tierra, sino también su posible abundancia en otros planetas interiores como Marte o Mercurio.

La química temprana del sistema solar pudo originar agua en varios planetas interiores

Implicaciones para el origen del agua terrestre

El agua pudo haberse formado desde el inicio del planeta. Este hallazgo desafía las hipótesis tradicionales que atribuían la hidrosfera terrestre a impactos aleatorios. En su lugar, propone que la Tierra heredó su reserva hídrica directamente de los materiales que la formaron, sin necesidad de intervención exógena significativa. Esto refuerza la teoría de que la presencia de agua, y por tanto la posibilidad de vida, podría ser un resultado común de ciertos procesos de acreción planetaria.

Esta teoría redefine la habitabilidad como fenómeno sistemático. Si los ECs fueron los principales constituyentes de la Tierra, entonces no solo nuestro planeta, sino también otros cuerpos con origen similar, habrían recibido cantidades relevantes de hidrógeno desde su formación. Esta visión amplia las posibilidades de encontrar agua (y vida) más allá de la Tierra y redefine la manera en que comprendemos la relación entre mineralogía primitiva y condiciones habitables. Además, para ingenieros del agua, entender este ciclo desde su origen mineral refuerza la visión del agua como un recurso profundamente ligado a los procesos geológicos más fundamentales.

La presencia de agua no es azar: nace del origen geológico de los planetas

Conclusión

El agua de la Tierra no llegó desde fuera. La evidencia indica que su presencia es el resultado directo de la química de los componentes originales del planeta, y no de eventos aleatorios posteriores. Esta nueva perspectiva permite revalorizar el agua como un legado geológico, y no solo como un recurso externo acumulado por azar. Para el sector de la ingeniería hídrica, este hallazgo fortalece la comprensión del agua como parte esencial de la Tierra desde su génesis.

Conocer su origen es comprender su valor. Y si el agua estuvo aquí desde el principio, nuestra responsabilidad en su preservación también es originaria: no solo gestionamos un recurso, protegemos un patrimonio planetario.

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